A veces, un regalo bienintencionado produce el efecto contrario del deseado. Desde que saben que me dedico a la literatura, mis hermanos, con toda su buena intención, me regalan obras clásicas "para que aprenda". Y vaya si aprendo. Del libro que acabo de leer, una selección de relatos de Kipling publicada por Acantilado en 2008, ha aprendido que jamás seré capaz de escribir un cuento tan maravilloso como los que componen el volumen. Y no es sólo porque el libro contenga El mejor relato del mundo. Cualquiera de ellos es una pequeña obra maestra.
jueves, 14 de octubre de 2010
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