lunes, 25 de octubre de 2010

¡Con la Iglesia hemos topado!

Estoy leyendo La frontera dormida, de José Luis Galar, autor español de mi generación. En los primeros capítulos, ya me han saltado a la vista un par de errores que, con una mínima investigación por parte del autor, se podrían haber evitado. El primero es poco más que una errata: Se empeña en llamar kirch royal al kir royal, cóctel de origen francés elaborado con crema de grosella negra y champán. No tiene nada que ver con el kirsch (aguardiente de cereza); recibe su nombre de Félix Kir, alcalde de la ciudad francesa de Dijon, que popularizó el cóctel de crema de grosella negra y vino blanco (kir) tras la Segunda Guerra Mundial.
El segundo error es más gordo: Al principio de la novela, nos cuenta que un dominico llega a una parroquia para sustituir al anciano párroco, que se jubila. Pero eso es imposible. Según el derecho canónico (basta preguntar a cualquier cura para saberlo), para ser párroco, un sacerdote debe estar incardinado en la diócesis correspondiente, o sea, bajo la autoridad del obispo, lo que no es el caso de los curas que pertenecen a órdenes religiosas. Un dominico como el de la novela debería en primer lugar ser autorizado a abandonar su orden (y renunciar a sus votos) para ponerse bajo la autoridad del obispo; es posible, pero poco habitual y, desde luego, ya no sería dominico al hacerse cargo de la parroquia.
Si el autor ha fallado con estas cosas tan simples, ¿cómo fiarse del resto?

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