miércoles, 14 de enero de 2015

El primer capítulo de mi nueva novela, "Infiltrado reticular"



Así empieza mi nueva novela, Infiltrado reticular:


Capítulo primero


Los borelianos


El hombre... No, el hombre, no. Es la costumbre de escribir sobre seres humanos... ¿Qué hacer cuando el sujeto no es terrícola? Podríamos usar extraterrestre, pero este término sugiere una relación con la Tierra que en este caso no existe (todavía). Alienígena parece lo más propio, pero no es palabra que se pueda usar profusamente en un texto sin provocar efectos secundarios indeseables en el lector. Sin embargo, ¡tenemos tantos sinónimos para hombre! ¿Podemos emplearlos aquí? Hombre y ser humano, desde luego que no. Individuo y sujeto pueden resultar despectivos. Ser, demasiado filosófico. Mortal, más propio de un texto religioso o mitológico. ¿Persona? Quizá: Nuestro protagonista no pertenece a la especie humana, como ya hemos dicho, ni es hombre ni mujer, pero sí “sujeto de derecho”, como veremos enseguida; si es o no “supuesto inteligente”, el lector decidirá. Y, como mínimo, es un “personaje que toma parte en la acción de una obra literaria”, si el lector tiene la gentileza de considerar como tal lo que está leyendo.

En fin... Nuestro protagonista, catedrático de Lenguas Muertas en la Universidad Central de Borelia, se encontraba aquel día en su despacho, corrigiendo exámenes, ignorante de la jugarreta que el destino le deparaba, y que lo iba a llevar a... Pero no adelantemos acontecimientos. El catedrático, a quien llamaremos boreliano, puesto que, si no nativo de Borelia, residía desde hacía años en esa ciudad y planeta, capital del Gran Cúmulo Globular de Hércules, el catedrático, pues, o boreliano desde ahora, arrojó hacia el montón más alto de los tres que tenía ante sí el enésimo examen en el que el obcecado alumno había confundido el aoristo con el semelfactivo. Aburrido, alzó la cabeza y se volvió hacia la ventana. Dejó vagar la vista más allá del campus, sobre las torres administrativas que lo cercaban, hasta las primeras estrellas que despuntaban en el crepúsculo. Como respondiendo a un anhelo no formulado, ese fue el momento que eligió el destino para presentarse, en forma de un cartero que llamaba a la puerta.

—¡Adelante!

—Buenas tardes —dijo el cartero al tiempo que le tendía un sobre adornado con las florituras de la correspondencia gubernamental—. Un mensaje urgente del Sublime Diván.

El catedrático abrió el sobre y leyó:

La Comisión Permanente del Sublime Diván del Gran Cúmulo Globular de Hércules, en su reunión del día de la fecha, en uso de las facultades delegadas por el Pleno, ha acordado nombrar Intendente General de Traducciones, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 14375.557 y 14377 del Reglamento 1/4739746, sobre las Actividades Subsiguientes a la Detección de Inteligencia Alienígena, a don [...][1].

Contra el presente acuerdo cabe interponer recurso contencioso-administrativo ante la Sala Octingentésima Quincuagésima Tercera del Tribunal Supremo en el plazo de dos horas galácticas, contadas desde el minuto siguiente al de su publicación en el «Boletín Oficial del Imperio».

No obstante, dado el carácter secreto de esta resolución, la susodicha publicación y subsiguiente posibilidad de recurso quedan en suspenso.

Otrosí, el citado Intendente General de Traducciones guardará la debida reserva sobre su nombramiento y se presentará sin demora ante esta Comisión.

Borelia, 420 de centiembre de 845737347.- El Duunviro Máximo del Sublime Diván del Gran Cúmulo Globular de Hércules, [...][2].





[1] La transcripción del nombre del susodicho, o más bien del no susodicho, resulta imposible dadas las limitaciones de nuestro alfabeto. Se podría describir (mal) como un balido en pizzicato con fondo de bombardeo (N. para T. [Nota para terrícolas]).


[2] Véase nota anterior (N. para T.).

Si te ha intrigado, puedes leer la continuación en mi otro blog, El neutrino.

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