(Un relato para celebrar el día del libro, y también mi medio siglo, que no me queda nada...)
Para Pablo
—“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”
—¿Por qué tenía la lanza en un astillero, papá?
—No es un astillero de construir barcos. Vamos a buscarlo en el diccionario.
» “astillero. (De astilla). m. Establecimiento donde se construyen y reparan buques.” Esto no es.
» “ || 2. Depósito de maderos.” Tampoco.
» “ || 3. Percha en que se ponen las astas o picas y lanzas.” Ésta es, ¿ves? Es una cosa para apoyar la lanza.
—¿Y qué es una adarga?
—Es un escudo, mira: “adarga. (Del ár. hisp. addárqa, y este del ár. clás. daraqah). f. Escudo de cuero, ovalado o de forma de corazón.”
—¡Un escudo en forma de corazón! ¿Y un rocín qué es?
—A ver, ¿quién era Rocinante?
¡El caballo de don Quijote!
—Pues eso es; un rocín es un caballo. ¿Sigo?
—¡Sí!
—“Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches...”
—¿Las más noches?
—Quiere decir casi todas las noches.
—¿Comía salpicón de marisco casi todas las noches? ¡Tendría más dinero que el Banco de España!
—No, don Quijote no era rico, era pobre. Un salpicón puede ser de otras cosas, de carne o de pescado.
» “...salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados...” No se batía en duelo los sábados. Duelos y quebrantos es un plato típico de la Mancha; son huevos revueltos con torreznos o sesos.
—¡Sesos, qué asco!
—“...duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes...” Lantejas son lentejas. “...algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda.” Su hacienda es su dinero. “El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.” Eso son ropas que se llevaban en la época. Un sayo es como un abrigo, y las calzas son una especie de leotardos o pantalones.
—(Que no me pregunte por el velarte, el velludo y el vellorí, que no acabamos.)
» “Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera.”
—¡Es Sanchopanza!
—No, Sancho Panza no sale todavía.
» “Frisaba la edad de nuestro hidalgo...”
—¿Qué significa “brisaba”?
—Ffffrisaba, con efe. Significa que tenía casi esos años. “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro...” Enjuto es seco. Lo pone para no repetir la misma palabra. “...gran madrugador y amigo de la caza.”
—¡Era amigo de los animales! ¿Y hablaba con ellos?
—No era amigo de los animales, es que le gustaba cazar.
—¿Cazaba osos?
—No sé, cazaría conejos y cosas así. ¿Puedo seguir?
» “Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.”
—¿Cuándo sale Sanchopanza?
—Todavía no. ¡Déjame leer!
» “Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas...”
—¡Estaban hechas de perlas!
—Noooo, quiere decir que le gustaban mucho.
—¡Ja, ja, de perlas, como un collar!
—¡Vale ya! ¿Quieres que siga, o no?
—No.
—Pues venga, a la cama, que ya es muy tarde. Mañana seguimos.
—¡Jo! ¡Ha sido muy poco! ¡Otro libro!
—No hay más libro. ¡A dormir ya! Apaga la luz.
—¡Ahora leemos éste!
—¡Apaga la luz y a dormir! Buenas noches.
...
—A este paso, el niño se casa y no hemos terminado. ¿Quién nos mandaría meterlo en el colegio Miguel de Cervantes? Si lo sé, lo llevo al J.K. Rowling.
—O al Elvira Lindo.