Mi amigo Alfonso caldeó el ambiente con una estupenda semblanza que se puede leer en su blog, La vida desde el lago. Y me lo dejó muy fácil.
Tras su intervención, conversamos sobre diversos aspectos de la novela; esto fue más o menos lo que se dijo:
- Y ya que soy periodista, le voy a ir preguntando a nuestro amigo de una forma absolutamente
espontanea para que él nos cuente lo que le de la gana de una forma totalmente espontanea. ¿Te parece?
- Me parece muy bien, ya lo sabes,
porque es lo que habíamos acordado. En primer lugar, quiero daros las gracias a
todos por estar aquí, con la cantidad de cosas mucho más divertidas que
podríais estar haciendo. Gracias también a José Luis por permitirnos invadir su
librería [Tres rosas amarillas, c/ San Vicente Ferrer, 34], y sobre todo a José Antonio, mi editor… -qué bien suena eso de “mi
editor”, no me canso de decirlo- gracias a José Antonio por haber tenido fe en
El expediente Karnak y por haberse arriesgado a publicarlo, sobre todo en estos
tiempos de crisis. Y también quiero recordar a varias personas que no han
podido venir, pero que están trabajando en la sombra para promocionar El
expediente Karnak: Sonia, Isabel, Agustín…; eso sí que es una conspiración, y
no las de las novelas.
- Aunque ya he
mencionado antes algo de la divulgación, ¿cómo has hecho para encajar este
asunto en la novela?.
- Es difícil encajar la divulgación
en una novela. La verdad es que muchas veces no queda demasiado bien. Y no
porque se equivoquen los conceptos o las explicaciones, que también, sino por
la forma de incorporar la divulgación a la línea argumental. Son lenguajes
diferentes. Una solución es interrumpir la narración para largar un rollo
patatero. En muchas novelas, sobre todo antiguas, tras plantear la trama en el
primer capítulo, el autor dedica el segundo a dar las explicaciones necesarias
para el desarrollo del argumento. Aunque esto, por lo menos, tiene la ventaja
de que la novela se puede utilizar después como libro de consulta: si uno
quiere documentarse, por ejemplo, sobre el Imperio Ruso a mediados del siglo XIX, se lee el capítulo segundo de Miguel Strogoff y ya lo tiene. En el otro
extremo se trata de evitar a toda costa la interrupción de la acción,
desarrollando la divulgación en forma de diálogo entre personajes; lo malo es
que a veces se pierde completamente la verosimilitud. Es lo que yo llamo
"diálogos de pizarra", aunque el término se lo he robado a mi hermano
mayor, a César lo que es de César (es que mi hermano mayor se llama César).
Bueno, en los diálogos de pizarra, un personaje le cuenta a otro algo de lo que
el segundo ya debería estar enterado, con el único fin de informar al lector.
Aunque esto es bastante más común en el cine y la televisión, en la literatura
también pasa. Yo he intentado evitar esos defectos empleando la ironía, y así,
por ejemplo, cuando en la novela un personaje explica la trigonometría esférica,
el que le está escuchando, que ya se lo sabe, trata de interrumpirlo (sin
éxito, claro, que si no termina, el lector no se entera).
- Quienes hemos leído tu libro, podemos intuir de donde has picoteado para rematar la historia, ¿de donde han salido esas musas y/o musos que mencionas en el libro?
- Pues verás, cuando mi generación
cumplió 40 años, a varios compañeros de colegio se les ocurrió reunirnos para
celebrarlo. Casi todos nosotros llevábamos más de 20 años sin vernos, y fue una
experiencia impactante… que los años no pasan en balde. Para organizar el
encuentro, se montó un foro en Internet. Aquello fue como un tsunami que lo
arrasó todo. No éramos más de 40 en aquel foro, pero en algunos momentos se
llegaron a enviar más de 70 mensajes por hora. Hubo quien se conectaba al foro
en casa al levantarse, se iba a trabajar y se conectaba en el trabajo, y cuando
regresaba a casa volvía a conectarse hasta altas horas de la madrugada. La
estabilidad de algunas familias pendía de un hilo. La productividad de varias
empresas se vio gravemente afectada; no me extrañaría que aquello hubiera sido
la semilla de la actual crisis económica… Después de la reunión, con las ansias
de lo que fuera ya satisfechas, el foro fue decayendo. Sólo quedamos un grupo
de irreductibles. Entonces, para animar el foro, a algunos se les ocurrió
escribir historias. A mí siempre me ha gustado escribir. Pero hay que reconocer
que escribir es un trabajo difícil y pesado. Sobre todo, escribir bien. Hay
trabajos peores, claro, pero confieso que soy bastante vago; por aquel entonces
ya había escrito un par de cuentos y había empezado varias novelas, pero no
había conseguido terminar ninguna. Aquel ambiente me sirvió de estímulo y de
inspiración. Y nació El expediente Karnak.
- El protagonista
es un científico… ¿Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia?
- ¿Pura coincidencia? Espero que sí.
Mi reencuentro con los compañeros de colegio fue en unas condiciones bastante
más agradables que el del protagonista. Y no ha tenido las mismas
consecuencias, al menos por ahora. El protagonista es un científico porque uno
escribe de lo que conoce, sobre todo para hacer el ridículo lo menos posible.
La ambientación y los personajes están basados en mi experiencia, lo que no
significa que sean retratos de personas reales. Ni tampoco que la novela sea
autobiográfica. Os aseguro que el argumento es totalmente imaginario.
Afortunadamente. Eso espero.
- Recurres a la ironía con frecuencia….
- Una cosa que no aguanto es la
pedantería, hay que saber reírse de uno mismo, y no tomarse demasiado en serio.
Pero eso no quiere decir que no haya que tomarse en serio el trabajo de
escribir; hay que respetar a los lectores. Puedes reírte con ellos, pero no
reírte de ellos. A partir de ahora, espero que el éxito arrollador de El
expediente Karnak no me cambie, la verdad es que me da un poco de miedo que se
me suba a la cabeza. El otro día una conocida se me acercó a preguntarme por la
novela, y me pareció más bajita que de costumbre, vamos, que yo me sentí más
alto...
- La conspiración
es un leit motiv de la novela. Nuestra vida real está rodeada de teorías conspirativas, cuando no es el 11-M es el 11-S, la trilateral, el gobierno
único mundial, el club Bilderberg o los extraterrestres que van y vienen...
- Como dijo Abraham Lincoln, no se
puede engañar a todo el mundo todo el tiempo… Claro que a lo mejor Lincoln
también era un conspirador, y lo dijo para despistar. Pero no creo. Lo que
ocurre es que la gente busca explicaciones, busca un sentido a los
acontecimientos de la vida. Pero la vida, a diferencia de la ficción, no tiene
guión. Por eso las teorías conspirativas son un filón para la literatura; es el
clásico argumento del héroe solitario en lucha contra una fuerza superior.
- Yo creo que el
personal quiere tomarse una aceituna para celebrar tu cumpleaños. Que es a lo
que veníamos.