Así empieza mi nueva novela, Infiltrado reticular:
Capítulo primeroLos borelianos
El
hombre... No, el hombre, no. Es la costumbre de escribir sobre seres humanos...
¿Qué hacer cuando el sujeto no es terrícola? Podríamos usar extraterrestre,
pero este término sugiere una relación con la Tierra que en este caso no existe
(todavía). Alienígena parece lo más propio, pero no es palabra que se pueda
usar profusamente en un texto sin provocar efectos secundarios indeseables en
el lector. Sin embargo, ¡tenemos tantos sinónimos para hombre! ¿Podemos
emplearlos aquí? Hombre y ser humano, desde luego que no. Individuo y sujeto
pueden resultar despectivos. Ser, demasiado filosófico. Mortal, más propio de
un texto religioso o mitológico. ¿Persona? Quizá: Nuestro protagonista no
pertenece a la especie humana, como ya hemos dicho, ni es hombre ni mujer, pero
sí “sujeto de derecho”, como veremos enseguida; si es o no “supuesto
inteligente”, el lector decidirá. Y, como mínimo, es un “personaje que toma
parte en la acción de una obra literaria”, si el lector tiene la gentileza de
considerar como tal lo que está leyendo.
En
fin... Nuestro protagonista, catedrático de Lenguas Muertas en la Universidad
Central de Borelia, se encontraba aquel día en su despacho, corrigiendo exámenes,
ignorante de la jugarreta que el destino le deparaba, y que lo iba a llevar
a... Pero no adelantemos acontecimientos. El catedrático, a quien llamaremos
boreliano, puesto que, si no nativo de Borelia, residía desde hacía años en
esa ciudad y planeta, capital del Gran Cúmulo Globular de Hércules, el
catedrático, pues, o boreliano desde ahora, arrojó hacia el montón más alto de
los tres que tenía ante sí el enésimo examen en el que el obcecado alumno había
confundido el aoristo con el semelfactivo. Aburrido, alzó la cabeza y se volvió
hacia la ventana. Dejó vagar la vista más allá del campus, sobre las torres
administrativas que lo cercaban, hasta las primeras estrellas que despuntaban
en el crepúsculo. Como respondiendo a un anhelo no formulado, ese fue el
momento que eligió el destino para presentarse, en forma de un cartero que
llamaba a la puerta.
—¡Adelante!
—Buenas
tardes —dijo el cartero al tiempo que le tendía un sobre adornado con las
florituras de la correspondencia gubernamental—. Un mensaje urgente del
Sublime Diván.
El
catedrático abrió el sobre y leyó:
La Comisión Permanente del Sublime Diván del
Gran Cúmulo Globular de Hércules, en su reunión del día de la fecha, en uso de
las facultades delegadas por el Pleno, ha acordado nombrar Intendente General
de Traducciones, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 14375.557 y 14377
del Reglamento 1/4739746, sobre las Actividades Subsiguientes a la Detección de
Inteligencia Alienígena, a don [...][1].
Contra el presente acuerdo cabe interponer
recurso contencioso-administrativo ante la Sala Octingentésima Quincuagésima
Tercera del Tribunal Supremo en el plazo de dos horas galácticas, contadas
desde el minuto siguiente al de su publicación en el «Boletín Oficial del
Imperio».
No obstante, dado el carácter secreto de esta resolución, la susodicha
publicación y subsiguiente posibilidad de recurso quedan en suspenso.
Otrosí, el citado Intendente General de Traducciones guardará la
debida reserva sobre su nombramiento y se presentará sin demora ante esta
Comisión.
Borelia, 420 de centiembre de 845737347.- El Duunviro Máximo del Sublime
Diván del Gran Cúmulo Globular de Hércules, [...][2].
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Si te ha intrigado, puedes leer la continuación en mi otro blog, El neutrino.
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